SAN VALENTÍN
Hace unos días celebrábamos, siguiendo el dictado de los grandes comercios, el DIA DE LOS ENAMORADOS.
Creo que todos recordamos esta primera etapa de nuestro amor matrimonial: el enamoramiento, como una etapa maravillosa donde todos los descubrimientos fueron fuente de gran gozo; en ella, fuimos aprendiendo a vivir con el otro, a tener espacios para dialogar, a ir descubriéndonos, en la convivencia del día, a día, tal como somos.
Después, hemos descubierto, que desarrollar el amor conyugal es una tarea sin límites. El amor nunca puede decir: “Ya he hecho lo suficiente”. Tenemos el compromiso de seguir cultivando el amor conyugal durante toda nuestra vida, hasta llegar a la plenitud del matrimonio, en la que la verdadera felicidad se da cuando cada uno no existe más que para el otro y se hace realidad el proyecto de Dios en la creación de que “los dos sean una sola carne”.
Pienso, que además del intercambio de regalos, es una buena fecha para reflexionar sobre que valoración damos a nuestro amor conyugal y para ayudarnos a esta reflexión, veo muy interesante leer esta historia que nos cuenta R. Tagore:
REGALO DE ANIVERSARIO
Era un matrimonio pobre. Ella hilaba a la puerta de su choza pensando en su marido. Todo el que pasaba se quedaba prendado de la belleza de su cabello, negro, largo como hebras brillantes salidas de su rueca. Él iba cada día al mercado a vender algunas frutas. A la sombra de un árbol se sentaba a esperar, sujetando entre los dientes una pipa vacía. No le llegaba el dinero para comprar un pellizco de tabaco.
Se acercaba el día del aniversario de su boda y ella no cesaba de preguntarse que podría regalar a su marido. Y, además, ¿con qué dinero?.
Una idea cruzó por su mente. Sintió un escalofrío al pensarlo, pero al decidirse, todo su cuerpo se estremeció de gozo: vendería su pelo para comprarle tabaco.
Ya imaginaba a su hombre en la plaza, sentado ante sus frutos, dando largas bocanadas a su pipa: aromas de incienso y de jazmín darían al dueño del puestecillo la solemnidad y el prestigio de un verdadero comerciante.
Sólo obtuvo por su pelo unas cuantas monedas, pero eligió con cuidado el más fino estuche de tabaco. El perfume de las hojas arrugadas compensaba largamente el sacrificio de su pelo.
Al llegar la tarde regresó el marido. Venía cantando por el camino. Traía en su mano un pequeño envoltorio: eran unos peines para su mujer, que había comprado tras vender su pipa.
CUANDO SE AMA DE VERDAD NINGÚN SACRIFICIO ES GRANDE
Carmen Gómez (MFC-Sevilla)
Maravillosa visión de lo que tiene que ser el amor conyugal, gracias Carmen por darnos una lección más.
ResponderEliminarUn abrazo
Vicente