El
pasado domingo, día 1 de Febrero, tuvo lugar la convivencia que nuestro
MFC de Sevilla tenía programada en su calendario de actividades. Como
viene siendo habitual, tuvo lugar en Los Palacios y Villafranca, en el
hermoso naranjal de la familia Ribelles que una vez más nos acogió con
su acostumbrada hospitalidad. Allí nos reunimos algo más de sesenta
personas para pasar una hermosa jornada de hermandad y de ocio en la que
todos pudimos disfrutar de un día espléndido en todos los sentidos.
La jornada comenzó con la llegada del grupo a las 11
de la mañana, hora en la que se iniciaron las actividades con el rezo
colectivo de la oración de la mañana. Terminada nuestra plegaria,
disfrutamos todos de un rato de ocio en el que unos pasearon, otros
charlaron animadamente y otros se dedicaron a observar con curiosidad
cómo nuestro cocinero preparaba una suculenta paella.
Un alegre revoltillo de niños alegraban con sus risas y juegos la mañana hasta la hora de la eucaristía, en la que nuestro consiliario Miguel Ángel nos deleitó a todos como viene siendo costumbre con su entrañable homilia.
Llegó la hora de la comida: dos largas mesas con más de una cincuentena de comensales dieron buena cuenta de los entremeses que se sirvieron hasta que llegó por fin la paella -siempre exquisita- de nuestro cocinero Manolo.
Un alegre revoltillo de niños alegraban con sus risas y juegos la mañana hasta la hora de la eucaristía, en la que nuestro consiliario Miguel Ángel nos deleitó a todos como viene siendo costumbre con su entrañable homilia.
Llegó la hora de la comida: dos largas mesas con más de una cincuentena de comensales dieron buena cuenta de los entremeses que se sirvieron hasta que llegó por fin la paella -siempre exquisita- de nuestro cocinero Manolo.
En la sobremesa no faltaron, como viene siendo
costumbre, unos bingos familiares premiados con bolsas de las riquísimas
naranjas de nuestro anfitrión y, después, una larga y animada velada en
la que no faltaron ni la guitarra ni el tambor ni el cante y el baile
por sevillanas de los más jóvenes -que en esta ocasión sí los hubo- y,
sobre todo, de nuestro compañero Pepe Fernández, mientras muchos de los
mayores nos sumábamos a la fiesta con nuestras palmas.
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